Archivo mensual: marzo 2018
Era un pintor de renombre internacional. Había obra suya en el vestíbulo de un asilo de Skopje, en un bar nocturno de Mogadiscio, en el despacho del director del Liceo de Valparaíso y en la sala de recepción de un tanatorio de Vladivostok.
Primero fue maestro, y luego ascendió a profesor, para alcanzar finalmente la cúspide del escalafón al ser nombrado maestro.
Era, de entre todos los homo erectus de aquel clan, el más extremista: siempre, o todo o nada. Cuando trajeron por primera vez el fuego al poblado, quedó fascinado. Y lo quiso para sí. Era uno de sus todos. Primero fue su luz: lo encandiló; luego su calor: lo reconfortó; finalmente, su ardor: lo quemó. El todo lo convirtió en nada.
El presidente del aquel grupo empresarial se mostraba últimamente muy taciturno. Uno de sus lacayos osó preguntarle un día qué le pasaba. “Quiero a una secretaria, y no tengo forma de conseguirla”, dijo. El lacayo, ansioso de ser solícito con el mandamás, le envió rápidamente a la secretaria más eficiente de su departamento. La secretaria querida siguió mostrándose distante; el presidente, taciturno. El lacayo había entendido que quería una secretaria. Fue despedido.
Estudió historia, y se hizo historiador. Pero, insatisfecho con el trillado campo de estudio que tenía ante sí, y apercibido de que la misma historia tenía su historia, se hizo historiador de la historia de la historia.