«Niño, tú nos has salido rana»

Niño, tú nos has salido rana”; “niño, de tanto beber agua vas a criar ranas en el estómago”; “renacuajo, vete de aquí”. El niño tuvo la convicción de que se había convertido en un batracio. Y se resignó. A partir de entonces se pasaba la mayor parte del día bajo la ducha, procurando que su piel no perdiera la humedad. A tal cosa le obligaba su nueva naturaleza. Así descubrió lo relajantes que son las duchas.

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