¿No me oyes?

-¿No me oyes?

-No.

-¿No me escuchas?

-Tampoco.

-Entonces, ¿cómo puedes contestarme.

-Porque, aunque no te oigo, te leo.

-¿Los labios? ¿El pensamiento? ¡Ah, ya! Las intenciones.

-Tus palabras escritas.

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