El presidente del aquel grupo empresarial se mostraba últimamente muy taciturno. Uno de sus lacayos osó preguntarle un día qué le pasaba. “Quiero a una secretaria, y no tengo forma de conseguirla”, dijo. El lacayo, ansioso de ser solícito con el mandamás, le envió rápidamente a la secretaria más eficiente de su departamento. La secretaria querida siguió mostrándose distante; el presidente, taciturno. El lacayo había entendido que quería una secretaria. Fue despedido.
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