inteligencia
-Yo soy un deicida.
-Tú eres únicamente un fanfarrón.
-¿No me ves con valor para matar un dios?
-Sí, el valor te sobra, pero la inteligencia te escasea: ¿cómo vas a poder matar un dios, si los dioses son, por antonomasia, inmortales?
-¡Menudo chollo que tenéis los maestros con tan pocas horas de trabajo!
-Y tú, ¿a qué te dedicas?
-Estudio arte dramático.
-¿Y te consideras inteligente?
-Bueno, no soy estúpido.
-Entonces convendrás conmigo que es de estúpidos pensar que un actor trabaja sólo las horas que está actuando ante el público.
-Claro.
-Extrae las conclusiones tú mismo.
-El pensamiento es libre.
-Antes al contrario, yo creo que está entre rejas.
-¿Y cuáles son esas rejas?
-Los límites de la inteligencia.
Tenía una extraordinaria fuerza. Tenía una extraordinaria inteligencia. Tenía una extraordinaria belleza. Todo ello innato. No tuvo capacidad ni voluntad suficiente para adaptarse a este mundo tan imperfecto.