Hastiado de la civilización, decidió cortar con ella. Se fue a vivir a una cueva perdida de una perdida sierra. Por la noches, la radio le mantenía informado de cuanto sucedía en el mundo.
¿Quién sabe por qué Pepe Rocamora gritó “por qué” aquel atardecer del mes de junio cuando estaba sentado en uno de los bancos de la plaza, momentos antes de ir a tomar la sopa de ajo y de iniciar otra inacabable noche de trasiego?