Era un poeta de asombrosa inspiración. Cuando observaba un árbol, en vez de sugerirle una oda a la Naturaleza, veía su libro impreso en tirada de diez mil ejemplares.
Siempre había creído que los humanos somos polvo. Lo decían los profetas y los poetas. Por eso se asombró tanto al enterarse de que somos básicamente agua. Hacía mucho calor. Se evaporó.