Vistos los continuos altercados entre las diferentes aficiones, el Gobierno de aquel país decidió prohibir la práctica del fútbol. Al día siguiente de entrar en vigor la prohibición, por todas partes cantidades ingentes de personas se echaron a la calle. Desaparecieron las zonas ajardinadas de pueblos y ciudades: la masa los había convertido en campos de petanca. Las pelotas siguieron rodando.
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